domingo, 16 de octubre de 2011

Presentación de la primera edición

Es mi deseo que la revista BORA no sea, ni remotamente, José María Lopera. BORA nace, no venal, con el firme impulso de los que la trabajamos, el mecenazgo de la Corporación de E.L.A. La Bobadilla, encabezada por su alcalde Manuel Latorre y, especialmente, con inspiración creativa de los diferentes poetas (no olvido tus dibujos, Julián Santamaría) que, procedentes de todas las latitudes de nuestro Planeta la apoyan con sus excelentes colaboraciones automanuscritas, inéditas, que imprimimos en sus diferentes lenguas vernáculas, traducidas al castellano en páginas confrontadas.
BORA, a la par de ÁLORA, LA BIEN CERCADA, su hermana mayor en edad (20 años de existencia) quiere ser paladín de PAZ, LIBERTAD, y ARMONÍA en esta Aldea Global que llamamos Planeta Azul.
Pero sería injusto y olvidadizo si no reconociera públicamente que, desde mi más tierna infancia, cuando los acontecimientos dramáticos golpeaban a mi familia en los diferentes lugares de residencia casi nómada (mi padre fue militar), el refugio de mi madre y de sus cinco hijos (yo soy el mayor y único varón) fue La Bobadilla, es decir, los brazos generosos de Francisco y Serafina, mis abuelos maternos, bien secundados por el cariño de mis tíos María y Francisco. 
En ese pueblo, en la vertiente sur del Cerro de Bora, en el Cortijo de Vega, inserto hoy en la calle que lleva mi nombre, me trajo mi madre al mundo y, excepto los 9 meses del inhumano asedio del Santuario de la Virgen de la Cabeza, allí pasé el resto de la guerra civil (1936-39). En ese lugar aprendí a querer y respetar el noble y honrado sudor de una familia campesina.
Siempre que pude, fue mi lugar de vacaciones. Allí me hice empedernido lector para toda mi vida y allí rimé mis primeros e incansables versos. Posteriormente, atisbé su Historia, me la descubrió Maluquer de Motes con las excavaciones de la necrópolis. Y decidí estudiar y dar a conocer su Oppidum desde la remota época Tartessia (S. VI-VII a. C.) a través de una moneda, de litografitos (con escritura) y de su cerámica, mezclados con la tierra removida por la agricultura. Un trabajo intenso (más de 10 años), pero gratificante hasta RESCATAR EL NOMBRE BORA, olvidado en la nebulosa del tiempo. (Mi gratitud para los amigos que me ayudaron). 
Por las noches, gozaba de las estrellas, del paisaje en penumbra del mar de olivos y escribía versos.

José María Lopera

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